PRAIA DA COELHA (ALBUFEIRA) - PORTUGAL

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Echábamos de menos los paisajes del Algarve portugués y en un lindo amanecer, algo ventoso, ya estábamos ubicados en una de esas encantadoras calas, paradisíacas, que nos ofrece la zona acantilada algarvía.

Llegamos hasta Albufeira y unos cinco kilómetros más allá, hacia poniente, aparcamos el vehículo en la localidad turística de Sesmarias. Comenzamos a andar por distintos caminos ya distinguidos y por otros que nos lo inventábamos, como el caminante de Machado. Intuíamos el mar, y a medida que nos acercábamos observábamos la presencia de matorrales litorales como el enebro, la coscoja y el palmito (la única palmera oriunda de Europa), así como buenos ejemplares de pinos.

Al final llegamos a conectar con un camino de madera que finaliza en un banco bajo un pino, mirando al Atlántico. Al final del sendero llegamos a la playa por una rampa pavimentada con escalones de madera. Sin darnos cuenta, sin premeditarlo, habíamos llegado a la Praia da Coelha, una de esas diminutas calas que se abren entre altos acantilados que se convierten en fabulosos miradores.

Albufeira tiene en sus treinta kilómetros de frente marítimo playas para todos los gustos: urbanas, extensas, populosas, escondidas, diminutas…Entre sus acantilados podemos encontrar maravillosos arenales para disfrutar de la cercanía del océano, y una de esas playas es la Praia da Coelha (Playa de la Coneja).

En las imágenes podemos observar, tanto a poniente como a levante, la inmensidad de pequeñas calas, muchas de ellas interconectadas, escoltadas por gigantes calcáreos, con sus ocres característicos, así como las ramificaciones de caminos que dan acceso a los bordes de los acantilados, acompañadas de buena vegetación, la cual aporta un bello colorido a la escena.

Y estos fabulosos, colosales kársticos que con el paso de los años se han ido degradando, creando figuras para todo tipo de imaginaciones, permanecen estoicos y vigilantes de sus fieles acompañantes, las hermosas calas de ensueño. Podemos apreciar en las imágenes la cantidad de cavidades y extrañas figuras, como por ejemplo hermosos arcos, que se han ido creando con el paso del tiempo, verdaderos caprichos provocados por los jinetes erosivos de la naturaleza.

Pero después de hacer el recorrido visual de parte de la preciosa y escarpada costa de Albufeira, estamos en la Praia da Coelha. Una vez en la playa, nos encontramos con una pequeña ensenada protegida por las altas paredes rocosas, con el Alto de Coelha al este. Una escalera de madera (que forma parte de los servicios de la playa) permite acceder a los acantilados del oeste, donde nos encontramos un restaurante-bar-chiringuito con terraza, al que casi llega ese mar transparente y azul en esos días de altas mareas vivas, empapando una alfombra suave de arena dorada.

Esta genial cala, pequeña y cargada de encanto y protegida del viento, posee una playa de arena fina y dorada, salpicada por trozos de rocas que son los supervivientes de la implacable fase erosiva, y unas aguas frescas cristalinas impregnadas de la gama de los turquesas. Bastante frecuentada en verano, en esta estación luce la bandera azul de calidad, además de estar vigilada, pudiéndose alquilar en ella sombrillas y tumbonas.

A simple vista sus dimensiones son reducidas, pero cuando al mar se le antoja separarse de la costa, la playa se amplía con un bonito y desconocido arenal vecino, la Playa Maré das Porcas.
Lo que más impresiona de las imágenes es la valoración de conjunto, con el bello contraste que proporciona cada elemento. Es que el Algarve tiene algo especial, y si es en un amanecer…
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Algarve
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